martes, 23 de agosto de 2011

Frente al espejo, todo lo demás

El reto es ver al mundo. Tolerar el ruido que nos perturba y reconocernos diferentes del árbol que camina a lo lejos y del ave que en un solo lugar del aire nos aturde. La contemplación de la vida, del mundo, es un instinto, es una primera percepción de la belleza y el misterio. Puedo asegurar que nuestros recuerdos más viejos están clavados en la montaña, en la orilla del mar o en el miedo de las tempestades y los terremotos.
Tengo la dicha de conservar, aunque vagamente, el recuerdo de un eclipse total de sol. Por otro lado, a pesar de su proximidad en el calendario, no recuerdo en lo absoluto el terremoto con el que la provincia de Limón sacó sus tobillos del agua.
El mundo es creación, es un producto de nuestros instantes; no puedo juzgar la inexistencia de un dios, porque su naturaleza es ser incomprensible para nuestras mentes en nuestros cuerpos desechables, que se descomponen y luego se mueren y se vuelven a descomponer y vuelven a vivir. 
El mundo es creación, porque nos hace felices y nos hace tristes, nos hace humanos y nos hace polvo, y nos permite, cada vez más y luego cada vez menos, olvidar esa realidad.
Nosotros somos nuestra hoja en blanco y nuestro punto negro. A veces nos vemos al espejo y nos damos cuenta de nuestra existencia tan extraña, tan espiritual a veces, tan insolente otras tantas y tan pequeña verdaderamente, sobreviviendo en este mundo voraz, creador contra nuestra voluntad, y que también sobrevive en un espacio desconocido.
Hay mucho más fuera de nosotros, la lluvia, el viento, la noche, nada es complemento de nosotros, somos los hombres quienes culminamos la construcción de la vida. Para bien o para mal.

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