miércoles, 31 de agosto de 2011

El gran allá y el gran acá

Esto es una reflexión mediana, no es un pensamiento obstinado, fue desde su inicio una impresión repentina, aunque sí siento que es verdadera.
Hace muchos años me topé con la claridad evidente de lo que es hogar. Resolví que no era cuestión de paredes, de gente conocida, sino de equilibrio. De hecho la palabra equilibrio siempre es parte de mis siempre incipientes cavilaciones. En este caso lo que me pasa por la cabeza es la increíble proporción del hogar.
No es algo muy original lo que digo, pero sí, la distancia engrandece el hogar. Desde la lejanía de la esquina nos sentimos fuera de casa. Nuestra casa es de madera, de concreto, de familia. Nos despegamos de nuestro cuadrante, de nuestro barrio y entonces todo ese barrio, con los vecinos, con la esquina, con la casa, con nuestras familias, es ahora nuestro hogar. Luego de eso que llaman frontera ya extrañamos nuestro hogar, nuestro país, nuestro hogar político. Así seguiría hasta los llugares tan lejanos que carecen de nombre.
Algún sentido mayor tiene esto. Quizá que mientras más grande consideremos nuestro hogar, menos solos nos sentiremos, o algo así. Quizá más solos...

martes, 30 de agosto de 2011

El fin, en principio

Todo terminó. Un libro es un mundo. Un libro terminado es un libro que ha encontrado su cúspide. De todo se puede extraer luego de un final que se contempla. Terminé el libro que comenté hace unas semanas. Claro que lo terminé hace ya unos varios días, pero me encontré con la reflexión.
Creo que todo esto de la devoción a Krishna es plausible, pero esto es lo mismo con cualquier religión: son grandes mundos particulares basados en la bondad, en el bien del alma, y puedo decir exagerando de manera muy apropiada que el movimiento del ISKON es lo más próximo que he llegado tener en frente de mí que me ha resultado verdaderamente convincente... pero hasta cierto punto.
Ciertamente he tenido la experiencia de la búsqueda. Ciertamente todos la hemos tenido. Hemos buscado amparo a nuestras soledad... a nuestras soledades, y unas veces sí otras no hemos estado bien, nos hemos sentido felices, nos hemos sentido dueños de nuestro futuro. En algún momento me dio la impresión de haber encontrado algo en el templo de Krishna. En el templo sentí alegría, no tanto mía, pero sí en el ambiente. Me sentí bien, pero creo que fue simple empatía, el agradable sentimiento de saber que un grupo de grandes personas, amables, bellas, seguras de sí mismas estaban bien, estaban en un lugar y en un estado que muchos no llegan a encontrar jamás.
Pero no logré convencerme de seguir ahí. No pude devolver la felicidad que querían compartir conmigo porque simplemente no pertenecía ahí.
Me he criticado duramente muchas veces y lo volveré a hacer muchas veces más por supuesto, y ahí en el templo caí de nuevo en la cuenta de mi gran debilidad, esa que me ha pausado toda la vida: mi incapacidad para formar parte de un grupo, mi individualidad que considero muchas veces verdaderamente contaminante y que debo combatir. En todo caso no siento que ese templo sea la solución. Pero he visto claridad, una claridad importante: debo encontrar mi sendero y la gente con la que lo recorreré, pero por mi propia cuenta, tomando riesgos, no enclaustrándome. No transformándome en otra cosa que no soy. No refugiándome entre paredes renegando de un mundo que la mayor parte del tiempo me parece hermoso.
Así como nunca he estado convencido de la idea de Jesucristo ni de la idea de un infierno, tampoco me he encontrado con un verdadero convencimiento de que exista un Krishna, porque ciertamente no me siento capaz de creer en ese ser superior en cualquiera de sus formas, porque los dioses son excluyentes, son reservados para grupos diferenciados, no puedo formar parte de un grupo de devotos al cual llegué por el azar, de un azar del cual están excluidos aquellos que viven en condiciones que les limitan a aproximarse a tal, alejados de la influencia de los devotos de esta religión o de la otra y han crecido creyendo en la religión equivocada según la otra religión, apesar de que el Hare Krishna dé la impresión de no hacerlo.
Pero exagero un poco. Tampoco es que reniegue contundentemente la existencia de un dios. Hoy más que nunca la devoción me es de manera particular admirable. Hoy admiro, como no lo hice de ninguna modo antes, la idea de la romería ahcia Cartago, del ceder el corazón y el físico a la idea de un ser puro.
El caso es que no puedo contener del todo esa idea, ni esa incapacidad me representa una verdadera molestia.
Pienso de repente en la devoción como un rumbo, no hacia un paraíso o tal cosa, sino hacia algo así como la paz, la expansión y la energía de la mente. No hablo de devoción hacia una divinidad, sino a la vida o algo en ella: devoción por las artes, la risa, la ciencia, y otras tantas cosas.
Sí creo que cuando esa devoción es plena, algo se pierde en el camino, es el fin de varias cosas, entre ellas muchos males y también algunas cosas buenas. La devoción es sacrificio y el sacrificio es opcional, es un dolor opcional.



martes, 23 de agosto de 2011

Frente al espejo, todo lo demás

El reto es ver al mundo. Tolerar el ruido que nos perturba y reconocernos diferentes del árbol que camina a lo lejos y del ave que en un solo lugar del aire nos aturde. La contemplación de la vida, del mundo, es un instinto, es una primera percepción de la belleza y el misterio. Puedo asegurar que nuestros recuerdos más viejos están clavados en la montaña, en la orilla del mar o en el miedo de las tempestades y los terremotos.
Tengo la dicha de conservar, aunque vagamente, el recuerdo de un eclipse total de sol. Por otro lado, a pesar de su proximidad en el calendario, no recuerdo en lo absoluto el terremoto con el que la provincia de Limón sacó sus tobillos del agua.
El mundo es creación, es un producto de nuestros instantes; no puedo juzgar la inexistencia de un dios, porque su naturaleza es ser incomprensible para nuestras mentes en nuestros cuerpos desechables, que se descomponen y luego se mueren y se vuelven a descomponer y vuelven a vivir. 
El mundo es creación, porque nos hace felices y nos hace tristes, nos hace humanos y nos hace polvo, y nos permite, cada vez más y luego cada vez menos, olvidar esa realidad.
Nosotros somos nuestra hoja en blanco y nuestro punto negro. A veces nos vemos al espejo y nos damos cuenta de nuestra existencia tan extraña, tan espiritual a veces, tan insolente otras tantas y tan pequeña verdaderamente, sobreviviendo en este mundo voraz, creador contra nuestra voluntad, y que también sobrevive en un espacio desconocido.
Hay mucho más fuera de nosotros, la lluvia, el viento, la noche, nada es complemento de nosotros, somos los hombres quienes culminamos la construcción de la vida. Para bien o para mal.