lunes, 24 de octubre de 2011

laeradelacomunicacionnomedeshumanizara.com

Las bendiciones de estos tiempos en la humanidad se cuentan con una mano en la boca. Son sorprendentes e increíblemente numerosas. Lo he escuchado yo y lo han escuchado otros: cualquier persona que se desenvuelva en el promedio social vive mejor de lo que pudo vivir cualquier emperador romano.
Todos estamos a la expectativa del pero.
Aún no.
Recapitulando la historia universal (la historia de occidente traducen por ahí, pero no en este caso) nos reencontramos con situaciones escandalosas, de mentiras que cultivan desastres y escandalos jamás aclarados que sonrojan la frente más áspera. Hoy en día varias de esas situaciones pudieron verse influenciadas enormemente por cualquier elemento del cual actualmente gozamos y del que ayer obviamente se carecía.
Ahora, un ejemplo. La caída estrepitosa de Muammar el Gadafi la semana pasada en Libia. Entre varias fotos que ilustraron detalladamente que de hecho el hombre murió de manera particularmente horrorosa, me pervierte de manera singular una de ellas. Muestra esta imagen el rostro quieto y triste del dictador envuelto en una avalancha de cámaras y celulares sedientas de evidencia.  La noticia fue incierta por muy breve tiempo.
La influencia de la tecnología no la declaro en el suceso mismo, sino en la percepción del pueblo mundial al respecto.
En esta era de botones y pantallas, encendidos y pagados, es impresionante cómo se ha perturbado la claridad de lo real. No es posible creer en casi nada y aun una fotografía de cuerpo entero de este dictador muerto genera dudas, quizá minúsculas, quizá neuróticas, pero igual están ahí. La mejor forma de que algo sea creíble en estos días es que cuente con la mayor cantidad de imágenes y perspectivas posibles. Los rumores eran territorio de la palabra de boca a boca, ahora lo son de la imagen de pantalla a pantalla también. Nada es verdad en la web hasta que salga en una página y luego salga en otra y luego salga en todas, en video, en fotografía, en testimonio.
La era de la comunicación nos deshumaniza poco a poco. No nos hace insensibles, hace a nuestra sensibilidad selectiva, suspensiva en ocasiones, pero espontánea solo de vez en cuando, cuando el sol es sol y la noche es noche. Escogemos qué nos enternezca y qué no. Nos hace una máquina que tiene que seleccionar qué es aceptable y qué no, como lo ha sido siempre, pero ahora lo es de otra manera. Ahora esa escogencia depende de lo aceptable en la web, que es algo que aún no hemos podido descifrar del todo.
La web hace el mundo más pequeño y curiosamente más ajeno, no vemos tan propio el mundo porque aparentemente no podemos abarcarlo desde nuestro pequeño espacio en nosotros mismos. Debemos conectarnos para acercarnos al mundo. Hemos perdido algo de la realidad y es posible que eso no sea tanto el mundo que sigue siendo enorme como algo más enorme ún que vive en nosotros.  A esa cosa tal, llámenla como quieran.
Mucho de lo que antes era complicado, ahora no lo es. Poco de lo que antes era doloroso ya no lo es, pero ahora podemos ignorarlo con la mirada puesta fijamente. Ahí está el pero.

domingo, 16 de octubre de 2011

Tres

El espejo me recibe
en sobriedad de luz.
Talvez todo es mejor,
Tal vez todo es diferente.
La soledad es azul,
un color indiferente.
Carne, vino y mancha
que se escurre en la frente
y se resbala derecha,
fina, entre el falso relieve.
Talvez no me he ido,
Tal vez he escuchado hierro
las veces que he encontrado
la fosa de tu entierro.
He cerrado la boca
y hasta ayer no me arrepiento.
Talvez he nacido,
Tal vez es vidrio y no espejo
la forma en que espero.