miércoles, 23 de mayo de 2012

Se cayó la calle

Hay blogs de todo tipo, me aburro de ver tantos a veces, solo a veces. Me encuentro blogs que versan sobre un tema particular, entre la adoración de lo mundano hasta de, por supuesto, un dios; de los anhelos literarios hasta el enamoramiento por la vocación y, claro, también hay de los buenos y de los malos.
Un día de estos un blog de un gordo, vizco barbudo, genial y bloguero tomóse su tiempo para hablar de la actualidad de los blogs (literarios más que nada; es su territorio) y de la libertad de culto (crítica literaria). Ciertemente me resultó algo acongojante verme en tal escenario de conflicto, conflicto amable, pero conflicto al fin, en el que se desmembraba de un lado y se desmembraba de otro y luego se daban la mano. Por ahora lo que me preocupa, por decir algo, es mi lugar en la blogosfera. Quizá peco de complejos, pero nada se me incrustó más en la cabeza y en mi estima que la mención en susodicha discusión de que existen bitácoras electrónicas pésimas. Aludido me siento, ojalá pudiera llamarme humilde ante esta situación, pero no estoy del todo seguro. En todo caso, ¿qué beneficio podría obtener un lector ante este blog? Me parece a veces que el mayor premio de un blog se lo gana el bloguero: tiene el mínimo chance de ser leído. No es mal premio, pero no es del todo posible.
Poco o nada puedo agregar sobre el texto del enlace, por seguro soy de un ambiente muy distinto al de los que tienen blogs más leibles que el mío, en todo caso la mayor reflexión a la que puedo llegar es la razón por la que abrí un campo en esta comunidad tan accidentada. Por cierto doy el hecho de que me gusta escribir, me gusta más o menos que me lean, ese hecho tiene algo de saludable y de doloroso, muchos mentan el lugar común de la desnudez del alma en el texto. Yo también, ahí más o menos, pero yo me guío más por emociones poco estresadas para hacer lo que hago, por eso soy bueno en una que otra cosa y básicamente mediocre en todas ellas, por otro lado ser impulsivo lo libra a uno de excusas, no de culpas, sin embargo desde acá poco daño se le puede hacer a nadie. Ni debería interesarme hacerlo.