martes, 5 de julio de 2011

La literatura es una muñeca de trapo

Yo caí ingenuamente en la trampa de algún escritor casual desconocido y ahora poco popular que se dedicó a gastar la punta de su lápiz y la punta de sus dedos en un texto sincero, pero que alguna maroma de la estulticia nos hizo a muchos creer que García Márquez había ascendido al cielo. Gabito detestó el escrito a carcajadas.
La literatura es así, tal como él la escribió (el impostor): es un engaño.
Pero creo que a fin de cuentas a todos, seamos lo que seamos, nos gustan los engaños. Lo que no nos gusta es que se prolonguen demasiado.
Los engaños están hechos de ilusiones, de eso se disfrazan, entonces de repente nos encontramos en un éxtasis brutal, nos aproximamos a un sueño; pero si se da el caso de que ese sueño no es más que una pesadilla tras el muro, nos da gusto desenmascararla y verla frente a frente, plenamente dominantes, sorpresivos ante quien nos amenazaba.
En el caso del texto fraudulento (también descubierto uno a costas de Jorge Luis, y mucho más evidente) yo me precipité desde la cumbre de mi criterio literario en entredicho para creérmelo y sacarle copias y para colmo releerlo. Quién iba a creer que era falso.
En todo caso, creo que es natural descubrirse presa de un engaño y reirse de ello, especialmente si el daño no produce mayor golpe que el de verse acorralado por la vergüenza ajena que uno siente por sí mismo.
Ya a lo lejos del episodio es fácil ver las obvias diferencias entre el incanzable estilo del gran reportero de la hermosa perdición de Latinoamérica ante el del desvergonzado paladín del chantaje.
Pero lo dije antes y no lo retomé: la literatura es engaño, pero es la forma bonita del engaño, porque es breve, el engaño se muere, es evidente, pero nos gusta sumergirnos en él. Nada de lo que está en los libros pasó realmente, ni siquiera lo que uno mismo describe con lujo de detalles sobre su propia vida.
Creo que eso es lo que aprendí o volví a aprender a partir de ese papelucho embaucador: que la literatura esconde cosas de manera cotidiana, al lector y al mismo redactor indistintamente. Ese es el gran valor. Es evidente en este momento leer al susodicho escrito y no ver como una gran revelación el hecho de que es mediocre. Tanto más o menos como los de uno mismo.
Mucha gente habló muy mal de ese texto, simplemente porque se le atribuyó al muro de los lamentos que representa Gabo y pareció una violación descarnada. El odio no es buen arma, pero es común en todos los ámbitos en los que se embarca el ser humano. Me da la impresión de que en la literatura no se omite esta cuasiregla.
En todo caso, el odio también es un engaño; no lo digo yo, lo dice Borges.

2 comentarios:

  1. Luego de un mes, publicar algo es como empezar otra vez. Empezar las cosas otra vez casi siempre es positivo.
    Disculpen la falta de textos, espero que siempre hayan contado con algo más qué leer.

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  2. note preocupes.. finalmente detras de este blog tienes una vida.. por cierto interesante tu trabajo.. saludos a ver que día te pasas por mi blog... cambio y fuera..

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